martes, 9 de febrero de 2010

Vampiros:¿Mito o Realidad?





Un mito que desborda poder y sangre continúa seduciendo a las masas, reafirmándose con la segunda película de la saga de “Crepúsculo”.

De todos los monstruos y seres endemoniados que han poblado las historias de terror clásicas, ¿quién más, sino el vampiro, para lograr que su atractivo lleve a una mujer a elegir arder en el infierno durante la eternidad a cambio de compartir su existencia con él? Stephanie Meyer, la autora estadounidentse que logró dejar a Harry Potter en el olvido, reinventó a las temibles criaturas dependientes de la sangre y, al puro estilo “best seller”, sentó a casi 25 millones de lectores en 37 idiomas a suspirar ante la saga literaria de los cuatro libros: Crepúsculo, Luna nueva, Eclipse y Amanecer; una empalagosa alternativa adolescente a los ya célebres Drácula, Nosferatu y Lestat.

Las historias sobre vampiros nunca pierden actualidad porque los describen atractivos, elegantes y con jerarquía social; a diferencia de los hombres lobo que siempre terminan transformados en animal y oliendo raro.

La herencia aristocrática les da, a los primeros, un estilo de vida privilegiado que no podrían permitirse unas plebeyas brujas; ¿a quién no le gustaría ir a un castillo con siglos de historia para cenar con un conde? Además, su forma de atacar con una mordida en el cuello, está llena de erotismo; lejos del repulsivo Chupacabras, que se conforma con clavarle el diente a cualquier pieza de ganado.

De la realidad al mito

Arnold Paole, conocido como “el vampiro de Medvedja”, fue un serbio cuyo caso lo documentaron las autoridades austriacas a principios del siglo XVIII, debido a que generó una supuesta epidemia que dio muerte a varias personas en similares circunstancias.

Esto fue corroborado luego de la exhumación de los cadáveres y se propagó la leyenda de que todos fueron mordidos por vampiros, aunque ahora se explica la confusión debido al poco conocimiento que poseían los médicos respecto al proceso de descomposición de los cadáveres.

Sin embargo, el personaje que inspiró al vampiro más famoso fue Vlad Tepes “el empalador”, un singular héroe nacional rumano que vivió en el siglo XV y se granjeó el apodo por defender su territorio de los invasores empleando un método de tortura que consistía en levantar a sus enemigos atravesados con estacas no afiladas para que agonicen lentamente, se dice que asesinó a más de cien mil personas así.

Su costumbre de beber la sangre de sus víctimas mientras los observaba morir inspiró a Bram Stoker para crear al aristócrata sediento por el rojo líquido, conocido como Drácula. En 1931, el actor (también rumano) Bela Lugosi, inmortalizó en el cine la imagen del vampiro creado por Stoker, proveniente de la región de Transilvania; envuelto en una estela de poder, glamour y una sexualidad a flor de piel, Aunque esta interpretación encasilló para siempre a Lugosi, él le rindió el debido tributo al solicitar en su testamento que, al morir, lo vistieran como Drácula. Sus deseos fueron cumplidos y su cuerpo fue cremado ataviado como el conde de las tinieblas.

Entre la moda y la creencia

Hoy, el fenómeno mediático en el que se han convertido los “chupasangre” ha creado la reacción de los colectivos góticos que buscan diferenciarse de aquellos seres estereotipados en la literatura y el cine. En ciudades como Nueva York, más específicamente en la zona del East Village, circulan tribus urbanas de autodenominados “vampyros” que le cambian una letra a la palabra, así como manipulan el color de sus ojos mediante lentes de contacto especiales, incorporan en su dentadura unos implantes de colmillos, cubren su cuerpo con tatuajes y encierran su abdomen en corsettes.

Más que una ascendencia demoníaca, lo suyo es un estilo de vida que transcurre entre fiestas o conciertos de heavy metal, donde lo más parecido a beber sangre es embriagarse con vino. Estos clanes, que se extienden por California, Texas y algunos países de Europa, alimentan desde hace más de una década la industria de elementos como el “féretro multiuso” (ataud y mesa de té a la vez). En el estilo de vida de algunos de estos simpatizantes de lo oscuro, códigos como el Velo Negro (que también da nombre a un cuento de Charles Dickens) denominan a una serie de reglas de comportamiento que tocan distintos ámbitos de su quehacer, entre los cuales incluyen aspectos como la relación con los ancianos, los donantes de sangre, el liderazgo, los ideales, la discreción y el control.

Además describe los cinco principios bajo los que se rigen los miembros de la Sociedad Sanguinarium y que prueban que son unos bebedores de sangre extremadamente civilizados. Para los incrédulos que se consideran a salvo de que un día como cualquier otro, caminando por el mall, llegue súbitamente una bestia, le muerda el cuello y lo condene al infierno, surgió el término “vampiro síquico” o “vampiro energético”, el cual absorbe la energía vital de su víctima dejándole una sensación de agotamiento físico e intelectual. Se dice que lo puede hacer de forma consciente o inconsciente; en el caso de los primeros, generalmente se trata de personas conflictivas que enrollan en sus problemas a la víctima y se valen de artimañas como el chantaje emocional o la compasión para lograr su cometido.

No queda más que armarse de un gran espejo (para ver quien se refleja en él y quien no), colgarse un collar de cabezas de ajo, guardar en la cartera un revólver con balas de plata y una gran estaca para sentirse a salvo por si se nos aparecen unos vecinos cuyos rostros brillen de palidez en el día y que uno de ellos resulte un galán con un magnetismo tal que nos provoque cambiar nuestra rutinaria vida por unos cuantos milenios de juventud, pasión y, claro está, mucha sangre.



Cortesia de : Ekaterina Coello Kondratova

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